viernes, 23 de noviembre de 2012

La jubilación no se improvisa

Guía exhaustiva y concienzuda con consejos sobre qué hacer y cómo administrar el dinero durante la jubilación

Hace unos años se publicó un estudio según el cual los españoles dedican más tiempo a elegir un coche (36 días de media) que a planificar su jubilación (10 días para escoger un producto de inversión con riesgo) y, a juzgar por lo que
relatan los expertos, la situación apenas ha cambiado. Todo el mundo sabe que llegará un día en que, por edad, dejará de trabajar (muchos sueñan con ello) pero casi nadie se para a pensar qué hará a partir de ese día o de cuánto dinero dispondrá entonces. Quizá hace décadas esto no era tan relevante porque la jubilación se presumía prácticamente la antesala de la muerte. Pero con la actual esperanza de vida quien se jubila tiene al menos veinte años por delante –más de los que suman la infancia y la adolescencia juntas–, que dan para mucho. Así que hoy, ahora, es el mejor momento para empezar a planificar el retiro. ¿Cómo? Lo primero es responder a dos grandes cuestiones: ¿qué hará cuando se retire? y ¿de qué vivirá? En este reportaje apuntamos algunas de las indicaciones que dan los expertos para facilitar esta reflexión y actuar en consecuencia.

¿QUÉ HARÁ?

Muchísimas personas llevan toda la vida deseando tener tiempo libre. Pero, ¿qué harán cuando un día se levanten y todo su tiempo sea libre? En las encuestas al respecto, quienes están en activo suelen contestar que se dedicarán a cuidarse, caminarán y harán deporte; que aprovecharán para viajar, para leer y para practicar sus aficiones, y que dedicarán más tiempo a la familia. Las mujeres suelen añadir que estudiarán. Pero si se pregunta a los ya jubilados en qué ocupan su tiempo, se comprueba que sí realizan ejercicio y se cuidan, pero no se cumplen las grandes expectativas de viajar, de desarrollar aficiones o de estudiar. “La gente sueña lo que va a hacer al jubilarse pero como una fantasía, sin prepararse para ello, y a la hora de la verdad no saben qué hacer con ese tiempo libre y, en algunos casos, caen en la depresión al romperse esa imagen utópica de su retiro”, afirma Montse Caminal, subdirectora del programa de mayores de la Fundació La Caixa.

Si no se planifica con tiempo es muy probable que uno sufra el denominado síndrome de la jubilación, una serie de fenómenos negativos que les suceden a muchas personas al dejar el trabajo y que pueden acabar enfermándoles, según el director del grupo de investigación en envejecimiento del Parc Científic de la Universitat de Barcelona, Ricardo Moragas. Los médicos de atención primaria detectan que un alto porcentaje de mayores experimenta insomnio, hipertensión, trastornos digestivos y patologías cardiovasculares al jubilarse. “Para muchas personas la jubilación es la muerte civil, porque en nuestra sociedad gran parte de nuestro estatus y de nuestras relaciones van ligadas al trabajo”, remarca Moragas.

Gabriela Topa, profesora de Psicología Social y de las Organizaciones de la UNED, cuyo grupo de investigación se dedicó hace unos años a revisar y extraer conclusiones de más de un centenar de investigaciones relacionadas con la jubilación, asegura que hay una relación directa entre planificar el retiro y la satisfacción y la salud al retirarse: “Quien planifica la jubilación tiene menores problemas de salud asociados al abandono de la vida laboral y se siente más satisfecho con la vida”. Y agrega que quienes menos piensan en su retiro son quienes están más contentos e implicados con su trabajo, de modo que abandonarlo supone para ellos un choque brusco y un montón de problemas. Claro que, como explica Moragas en sus cursos de preparación a la jubilación y en su nuevo libro Jubilación siglo XXI: salud, dinero y amor (Palibrio), cada jubilación y jubilado es diferente, y hay personas para quienes supone una liberación y otras que sienten que pierden una actividad placentera e influencia social. Unos y otros necesitan preparar con tiempo una serie de cuestiones importantes:

Redefinir la identidad “Muchas veces nuestra identidad personal y social está hecha en función del papel que desempeñamos en el trabajo; para decir quién somos, decimos nuestro nombre y, a renglón seguido, nuestro rol laboral: ‘Soy Gabriela Topa, profesora de Psicología Social de la UNED’; de modo que el día que desaparece ese elemento de su autodefinición, uno se siente inseguro, incómodo, y necesita redefinir lo que es”, comenta Topa.

Explican los expertos que uno ha de tener claro que, al jubilarse, se retira del empleo pero no de la vida, y que la pérdida de los refuerzos que conlleva el trabajo –como el sentirnos competentes, las felicitaciones por haber hecho algo bien, o indicadores de estatus como una mesa de trabajo, un móvil de empresa, una secretaria o determinada zona de reparto–, obliga a reajustarse y a sustituirlos por otros, y eso conviene tenerlo previsto. Hay quien opta por dar continuidad a alguno de los roles que ya venía desarrollando, como altos directivos que se dedican a orientar a jóvenes que quieren montar su propia empresa, prejubilados de banca que imparten charlas de educación financiera en los institutos, o exdirectivos con gran capacidad de organización logística que colaboran en oenegés de distribución de alimentos. Otros eligen ponderar aspectos que ya formaban parte de su identidad, como sus roles familiares o determinadas aficiones, y hay quien opta por crearse una nueva identidad poniéndose a estudiar o iniciando una actividad que antes no pudo hacer.

Caminal enfatiza que lo importante al jubilarse es no perder el rol social, prepararse para continuar participando en la sociedad, teniendo protagonismo, sintiéndose útil y satisfecho. Añade que muchos jubilados encuentran la solución en proyectos de participación, de voluntariado o en asociaciones para mejorar su entorno más próximo.

Lo importante es evitar que la jubilación suponga una pérdida de recursos y, para ello, se trata de analizar de qué recursos dispones, cuáles se verán amenazados al jubilarte y anticiparte pensando cómo puedes compensar esa pérdida o sustituirla”, indica Topa.

Nuevos retos


La idea de jubilación como merecido descanso que se acostumbra a idealizar está bien, pero cuando quedan décadas de vida por delante –en la web de la patronal de las aseguradoras (Unespa.es) hay un simulador para estimar la esperanza de vida–, quizá valga la pena sustituirla por la de un periodo de autorrealización, una nueva etapa con retos específicos. Moragas apunta que las horas que durante años llenan las ocupaciones relacionadas con el trabajo –más de 50 a la semana– son muchas para dedicar al ocio. Por eso aconseja interrogarse sobre qué se quiere hacer, elaborar una lista de actividades posibles y elegir lo que más apetezca, sabiendo que si eso no gusta siempre se puede cambiar. El problema, dicen los expertos, es que hay poca información sobre qué puede hacerse al jubilarse. “En la adolescencia se orienta a los chavales sobre qué opciones tienen para estudiar; luego se les orienta sobre las carreras de la universidad, y a los universitarios sobre sus salidas profesionales; en cambio, no se explica a los trabajadores qué posibilidades tienen al jubilarse”, recalcan.

Caminal asegura que hay muchas opciones cuando uno deja de trabajar: dedicarse a proyectos de participación o voluntariado, continuar formándose ya sea a nivel universitario o de cursos y talleres más concretos, colaborar en proyectos sociales, actividades culturales, escribir, potenciar las aficiones que se tengan o descubrir nuevas, viajar, cuidar a familiares… “Hay múltiples posibilidades, pero lo importante no es hacer un cúmulo de cosas, si no que tengan significado para quien las hace; durante la vida laboral hay obligaciones y se hacen cosas que no gustan, así que en esta nueva etapa se trata de elegir lo que nos satisfaga y nos aporte ganas de vivir”, resalta.

Positivismo


Planificar la jubilación también es prepararse para afrontar la discriminación por edad y los estereotipos negativos respecto al envejecimiento. Topa subraya que es muy importante tener claro que la vejez no es simplemente la antesala de la muerte, que uno no puede pasarse 25 años esperando su declive y su muerte. “La jubilación es una etapa de la vida que exige tener objetivos y desafíos propios, personalizados en consonancia con lo que ha sido el resto de nuestra existencia y siendo proactivos; quizá ser viejo sea peor que ser joven, pero no es un desastre que no permita hacer otra cosa que lamentarse; uno puede tener menos fuerza pero más experiencia, menos resistencia pero más recursos para resolver las situaciones, menos velocidad mental pero un abanico de relaciones más amplio… Se trata de tener visiones positivas sobre los hechos”, enfatiza.

Salud Disfrutar de buena salud al jubilarse exige un trabajo previo de muchos años (en realidad de toda la vida), así que incorporar hábitos de vida saludables forma parte de la planificación del retiro. Hay que cuidar la alimentación e incorporar la práctica de ejercicio a las rutinas diarias, para adaptar luego esos hábitos a una agenda más relajada en la que los ritmos vitales ya no vienen marcados por los horarios laborales sino por las preferencias de cada cual. Conviene comenzar cuanto antes a sentar las bases de deportes o actividades que a uno le gusten para poder desarrollarlas con más intensidad cuando ya no haya que ir a trabajar, porque si se espera a estar jubilado costará más esfuerzo poner el cuerpo a tono y arrancar una nueva actividad.

Relaciones


Al planificar qué se hará una vez jubilado hay que pensar también cómo y con quién se relacionará uno, pues son muchas las personas que tienen centrados sus círculos de relación en la familia y los compañeros de trabajo, de modo que si se rompe su lazo laboral se encuentran muy aislados socialmente. “Con los compañeros de trabajo tomas café, copas, te envías e-mails, te llamas… y al abandonar el empleo, muchas personas sienten una especie de privación social; si a eso se suma que las personas mayores tienden a reducir conscientemente el marco de sus relaciones por una cuestión de economía de recursos, centrándose sólo en las que les garantizan resultados positivos, el peligro de aislamiento es alto”, explica Topa.

Caminal asegura que, por su experiencia en el programa de mayores de la Fundació La Caixa, quienes durante su vida activa ya participan en asociaciones de vecinos, entidades culturales u otros colectivos, se adaptan más fácilmente a su nueva condición de jubilados porque su red de relaciones es más amplia y con esos proyectos de participación se sienten útiles y vinculados a la sociedad. Claro que hay otras personas que descubren estas vías de participación al jubilarse y desarrollan con ellas nuevas relaciones intergeneracionales que les proporcionan gran satisfacción. Para otros, las nuevas relaciones surgen gracias a sus aficiones, aprendiendo idiomas, yendo a la universidad o a bailar.

Familia


La jubilación también repercute en las relaciones familiares y de pareja. “Estar jubilado no vacuna contra la separación; de hecho, hay estudios que sugieren un incremento de la conflictividad y los divorcios en el caso de los prejubilados”, comentan los expertos. La jubilación afecta a la convivencia doméstica porque exige reorganizar y acompasar nuevos ritmos vitales, altera el uso de espacios en la vivienda, la disponibilidad de tiempo, el reparto de tareas y modifica los ingresos económicos. Hay estudios que sugieren que a veces afecta también a las relaciones sexuales por la crisis de identidad que sufren algunas personas al perder su identidad laboral. Por otra parte, la mayor disponibilidad de tiempo del jubilado con frecuencia repercute en las relaciones con el resto de familiares, unas veces porque estos reclaman su ayuda o incluso abusan de su mayor disponibilidad horaria, y otras porque, a falta de otros retos, el jubilado se vuelca en la familia y los otros se sienten asfixiados. “Hay muchas personas que al jubilarse no deciden qué quieren hacer porque la familia copa su tiempo para que cuiden a los nietos o hagan recados; para algunos es satisfactorio, pero otros echan de menos elegir ellos los nuevos retos de su vida, recuperar el control; lo importante es sentir que la nueva situación la pilotas tú”, indica Topa.

¿DE QUÉ VIVIRÁ?

Siete de cada diez españoles están preocupados o muy preocupados por si dispondrán de suficiente dinero al jubilarse, según una encuesta realizada por el banco ING en doce países europeos. Pero que estén preocupados no quiere decir que se estén ocupando de ello. Diversos estudios indican que menos de la mitad de los españoles ahorraba para su retiro antes de la crisis, y todo apunta –incluida la caída de las aportaciones a planes de pensiones– a que aún son menos los que lo han hecho en los últimos años. Sin embargo, si hay un aspecto en el que el tiempo apremia a la hora de planificar la jubilación es en el económico. Por un lado, porque todas las reformas legislativas que se van aplicando en España y en países del entorno van en la línea de recortar las pensiones públicas y dificultar el acceso a las mismas exigiendo más años de cotización en una sociedad donde cada vez se accede más tarde al mercado laboral. Por otro, porque el sistema de tipos de interés hace que la rentabilidad de los productos financieros crezca de forma exponencial con el paso del tiempo.

Empezar cuanto antes Según los cálculos de Mapfre Vida, si uno ahorra 100 euros al mes entre los 25 y los 35 años y luego deja de ahorrar pero no toca ese dinero, llegará a la jubilación con un capital acumulado de 106.500 euros. En cambio, si aporta esa misma cantidad desde los 35 hasta los 70 años, su capital final será de 105.000 euros. En ING, tomando como referencia su plan de pensiones referenciado al Ibex-35 y suponiendo una revalorización media del 6,36% en los últimos veinte años, explican que si alguien de 40 años comienza a aportar 150 euros al mes para jubilarse, a los 67 años dispondrá de 128.976 euros, mientras que si la decisión la toma a los 35, su ahorro será de 186.419; y si se lo plantea a los 30, de 264.606 euros. “La diferencia es disponer de una pensión adicional de 905, 1.309 o 1.858 euros”, remarcan.

Josep Soler, director del Institut d’Estudis Financers, explica que “esta es la magia del interés compuesto: cuanto antes comienzas ahorrar, más productivo es tu dinero, porque 100 euros a un 5% de interés se convertirán en 160 los primeros diez años; en la segunda década pasarán a ser 265, y en la tercera, 433; así que un 5% de rentabilidad significa 60 euros los primeros diez años, pero 105 entre los 10 y los 20, y 165 entre los 20 y los 30”. Siempre, claro está, que los rendimientos se vayan acumulando al capital para que sigan rentando. A pesar de estos números tan convincentes, las encuestas sobre la previsión y el ahorro de los españoles ante el envejecimiento indican que la mitad de los menores de 30 años no reconoce la necesidad de ahorrar para la jubilación, a lo que se suma otro 36% que cree que sí tendría que ahorrar pero no lo hace.

Calcular cuánto necesita Según el barómetro de planes de pensiones de empleo 2012, presentado hace unas semanas por VidaCaixa Group, el 61% de los españoles no sabe qué pensión le quedará cuando se jubile. Y si la pregunta se hace entre quienes tienen menos de 51 años, son dos de cada tres los que no tienen ni idea. Pero para poder planificar el ahorro de la jubilación es imprescindible conocer cuál ha de ser el objetivo de cada uno. “Lo prioritario no es contratar un plan de pensiones o cualquier otro producto financiero; lo primero es mirarte a ti mismo y ver qué objetivos tienes para tu jubilación, qué gastos tendrás (alimentación, viajes, salud, personas de ayuda...), cuáles serán tus ingresos, qué necesitas conseguir…”, indica Soler. Mario Berenguer, director general de VidaCaixa, critica que aún no se haya reglamentado la obligación de la Seguridad Social de informar de forma periódica y detallada a todos los cotizantes sobre cuál será su pensión de jubilación. A su juicio, las personas tendrían mucho más claro qué necesidades financieras tienen para la jubilación si van conociendo cuál será su futura pensión de jubilación en euros constantes –descontada la inflación–, y pueden compararla con el salario que cobran. Hoy por hoy, la opción para conocer ese dato es descargarse un programa informático desde la web de la Seguridad Social: https://sede.segsocial.gob.es/Sede_1/ServiciosenLinea/Ciudadanos/231479.

Hay estudios que cifran en el 19% la pérdida media de ingresos al jubilarse, si bien se prevé que suba hasta el 28% en 2027, cuando termine de entrar en vigor la reforma de las pensiones. Pero para salarios de nivel medio-alto, la merma de poder adquisitivo ya supera hoy el 30%. Según ING, un trabajador con un salario anual de 23.900 euros debería conseguir ahorros de 80.000 euros para jubilarse sin perder poder adquisitivo. En Ingdirect.es/planes-pensiones/calculo-pension hay un simulador para estimar las necesidades de ahorro de cada uno.

Hacer un plan


Una vez que uno calcula qué necesidades financieras tendrá al jubilarse y qué parte cubrirá la pensión pública, debe cuantificar su objetivo de ahorro y diseñar un plan para conseguirlo. Es fundamental que los objetivos sean realistas, pues difícilmente se podrán acumular grandes cifras si faltan pocos años para el retiro y el salario no es muy alto. Aun así, los expertos financieros aseguran que es cuestión de hacerse un presupuesto personal revisando qué gastos se pueden reducir o suprimir sin afectar a la calidad de vida para ahorrar para la jubilación, o qué fuentes de ingresos extra se pueden conseguir. “Si empiezas pronto, todo es más fácil, porque puedes plantear una estrategia a 25-30 años vista; pero si te lo planteas con sólo 5 o 10 años por delante, tendrás que restringir mucho el consumo para alcanzar tu objetivo”, advierte Soler. Además del objetivo y del presupuesto, el plan debería detallar la forma en que se va a ahorrar –los expertos aconsejan hacerlo de forma periódica para que sea más fácil disciplinarse, y en productos donde se acumulen los rendimientos para aprovechar las ventajas del interés compuesto y engordar la cuantía final–, los mecanismos de control del gasto y las supervisiones periódicas que se harán para ver qué desviaciones se producen sobre el programa inicial y aplicar los ajustes necesarios.

Diversificar


El mejor producto de ahorro para la jubilación depende de cada persona. Josep Soler opina que, si eres poco disciplinado, es mejor elegir productos que sean poco líquidos, de los que no sea fácil retirar el dinero, para no caer en la tentación de destinar esos ahorros a otros fines. Berenguer, de VidaCaixa, asegura que hay quien prioriza los planes de pensiones o los planes de previsión asegurada (PPA) por sus incentivos fiscales “pero hay muchas formulaciones y conviene mirarlas todas, porque hay otros productos que no te reducen la declaración de la renta actual pero te permiten ahorrar muy bien para la jubilación” y no tributar de golpe en el momento de retirar el dinero. El director del Institut d’Estudis Financers apunta que los fondos de inversión o las acciones también pueden ser fórmulas buenas para determinados ahorradores, así como los depósitos bancarios en épocas en que ofrecen buenas rentabilidades. “Lo importante es elegir productos con pocos gastos –hay que vigilar las comisiones y los gastos implícitos que conllevan– y diversificar, formar una pequeña cartera y no poner todos los huevos en la misma cesta”, enfatiza. Añade que para pequeños ahorradores la cartera puede estar formada por sólo dos productos o elegir fondos o ETF (fondos cotizados en bolsa) que en un solo producto ya aportan diversificación. Desde ING enfatizan la importancia de fijarse en las comisiones de los productos “porque una diferencia de un 1% que hoy parece despreciable puede sumar miles de euros a largo plazo”.

Gestión activa


Sea cual sea el producto elegido para ahorrar para la jubilación, hay que seguirlo de cerca. De entrada, porque el tipo de inversión y los productos han de irse modificando a medida que uno se acerca a la jubilación. “Cuando eres joven es recomendable invertir con más riesgo, porque puedes tener años malos pero a la larga se compensarán con los buenos y obtendrás mejores rentabilidades; en cambio, cuando te faltan entre cinco y diez años para retirarte, el dinero de la jubilación no debe estar expuesto a renta variable, porque si te vienen años malos no tienes tiempo de recuperarte”, explica Soler. Enfatiza que el mayor error del inversor español es invertir de forma conservadora, cuando lo desastroso es no asumir riesgos en inversiones a 20 o 30 años porque significa renunciar a muchos rendimientos. El seguimiento de la inversión también permite revisar si la rentabilidad que se va consiguiendo es la esperada e ir ajustándola, y vigilar los gastos que se aplican, las nuevas posibilidades que hay en el mercado financiero o los cambios en la fiscalidad. Sin embargo, lo habitual para muchos ahorradores es elegir un producto y desentenderse. Según el barómetro de VidaCaixa, el 43% de los partícipes no sabe el nombre de la gestora de su plan de empleo y el 61% desconoce la rentabilidad que obtiene. “Somos vagos para controlar el ahorro y los gastos; cuidamos nuestra salud para llegar bien a la jubilación pero de nuestra salud financiera nos preocupamos bastante poco; y basta con un microchequeo anual”, comenta Soler.

Fuente: LA VANGUARDIA.com

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